viernes, 11 de noviembre de 2016

Cómo manejar la rabia contra nuestros hijos

Todos los padres se enojan con sus hijos a veces.
No nos ayuda el que siempre haya interminables presiones de la vida: citas para las que estamos atrasados, cosas que hemos olvidado hasta el último momento, preocupaciones de salud, financieras - la lista es interminable. En medio de ese estrés entra nuestro hijo, que ha perdido su zapatilla, o de repente recordó que necesitaba un nuevo cuaderno para hoy en la escuela, o se burla de su hermano pequeño... y explotamos.
Sabemos que podemos manejar cualquier desafío de crianza mucho mejor cuando estamos tranquilos. Pero en la tormenta del enojo, nos sentimos con el justo derecho a dejar salir nuestra furia. ¿Cómo puede este niño ser tan irresponsable, desconsiderado, desagradecido o incluso malo?
No importa lo  grave que encontremos el comportamiento de nuestro hijo, la verdad es que ese comportamiento no causó nuestra furia. Vemos la conducta de nuestro hijo ("Él la golpeó de nuevo!"), y llegamos a una conclusión ("¡Va a ser un psicópata!"), que desencadena otras conclusiones ("¡He fallado como madre!"). Esa cascada de pensamientos activa un chorro de emociones - en este caso el miedo, la consternación, la culpa. No podemos soportar esos sentimientos, y la mejor defensa es una buena ofensiva, así que atacamos a nuestro hijo con rabia. Todo el proceso toma todos sólo dos segundos.
Nuestro hijo nos ha estado provocando, pero él no es la causa de nuestra respuesta. Cualquier problema que nos haga sentir como azotados, tiene raíces en nuestros propios primeros años. Lo sabemos porque perdemos nuestra capacidad de pensar con claridad en esos momentos, y empezamos a actuar como niños nosotros mismos, lanzando nuestros propios berrinches.
No te preocupes. Eso es normal. Todos comenzamos la crianza de nuestros hijos heridos de alguna manera por nuestra infancia, y nuestros hijos hacen aflorar todas esas heridas. Es esperable que a veces sus acciones nos lancen hacia el acantilado. Por eso, nuestra responsabilidad como adulto es mantenernos lejos de ese acantilado.

¿Por qué nos enojamos tanto con nuestros hijos?
Padres e hijos tienen la capacidad de activarse unos a otros como nadie más puede. Incluso como adultos, a menudo actuamos irracionalmente con nuestros propios padres. (¿Quién tiene mayor poder para molestarte y hacerte actuar infantilmente que tu propia madre o padre?)
Del mismo modo, nuestros hijos presionan nuestros botones precisamente porque son nuestros hijos. Los psicólogos llaman a este fenómeno “fantasmas en la guardería”, refiriéndose a que nuestros hijos estimulan sentimientos intensos de nuestra propia infancia, y a menudo respondemos inconscientemente, recreando el pasado que está grabado como jeroglíficos olvidados profundamente en nuestra mente. Los temores y la rabia de la infancia son poderosos y pueden abrumarnos incluso como adultos. Puede ser tremendamente difícil mandar a dormir a estos fantasmas.
El saber todo esto ayuda cuando estamos luchando para hacer frente a la rabia. Pero también es importante saber que la rabia de los padres puede ser perjudicial para los niños pequeños, lo cual nos da un incentivo para controlarnos a nosotros mismos.

¿Qué le pasa a tu hijo cuando le gritas o lo golpeas?
Imagina que tu esposo o esposa pierde el control y te grita. Ahora imagina que es tres veces más grande que tú, imponente. Imagínate que dependes completamente de esa persona para tu alimento, refugio, seguridad, protección. Imagínate que es tu fuente primaria de amor y confianza en tí mismo y de información sobre el mundo, que no tienes ningún otro lugar a donde ir. Ahora multiplica por 1000 lo que hayas sentido. Algo como eso es lo que siente tu hijo cuando te enojas con él.
Por supuesto, todos nos enojamos con nuestros hijos, incluso, a veces, estamos enfurecidos. El desafío es invocar nuestra madurez para controlar la expresión de esa furia y por lo tanto minimizar su impacto negativo.
La rabia ya es lo suficientemente aterradora. Ponerles etiquetas ofensivas (“llorón”, “flojo”, “malo”) u otro abuso verbal, en el cual un padre habla irrespetuosamente a su hijo, tiene un costo personal más alto, ya que el niño depende de los padre para formarse su propia imágen de sí mismo. Se ha demostrado también que los niños que sufren violencia física, incluyendo los palmazos o nalgadas, exhiben efectos negativos duraderos que llegan a cada rincón de su vida adulta, desde un coeficiente intelectual reducido, a relaciones más tempestuosas y una mayor probabilidad de abuso de sustancias.
Si tu hijo pequeño no parece tener miedo a tu rabia, es una indicación de que él o ella te ha visto así demasiadas veces y ha desarrollado un sistema de defensa, contra tu rabia y también contra ti. El resultado, lamentablemente, es un niño que estará menos dispuesto a comportarse para complacerte, y estará más abierto a las influencias de su grupo de pares. Eso significa que tienes un trabajo de reparación que hacer. Ya sea que lo demuestren o no, nuestra rabia es aterradora para nuestros hijos, y cuanto más nos enfademos, más defensas dessarrollarán y, por lo tanto, menos probable será que lo demuestren.

¿Cómo puedes manejar tu propia rabia?
Por el simple hecho de ser humano, a veces te encontrarás en modo "pelear o huir", y tu hijo parecerá el enemigo. Cuando estamos arrasados por la rabia, estamos físicamente preparados para pelear. Las hormonas y los neurotransmisores están inundando nuestro cuerpo. Ellos hacen que tus músculos se tensen, que tu pulso aumente, que tu respiración se acelere. Es imposible mantener la calma en esos momentos, pero todos sabemos que golpear a nuestros niños - aunque podría aliviarnos por un instante - no es realmente lo que queremos hacer.
Lo más importante que tenemos que recordar sobre la rabia es NO actuar mientras estás enojado. Sentirás una necesidad urgente de actuar, de enseñarle una lección a tu hijo. Pero esa es tu rabia hablando. Ella piensa que es una emergencia. Sin embargo, casi nunca lo es. Puedes enseñarle a tu hijo después, y esa será una lección que si quieres enseñarle. Tu hijo no se va a ninguna parte. Tu sabes donde vive.
Así que comprométete ahora a No golpear. No maldecir. No poner a tu hijo feas etiquetas (“tonto”, “flojo”, “llorón”...). No imponer ningún castigo mientras estás enojado. ¿Qué hay de gritar? Nunca a tus hijos, eso sería una rabieta tuya. Si realmente necesitas gritar, entra en tu coche con las ventanas cerradas y grita donde nadie te puede oír. Y no uses palabras, porque te harán enojar más. Sólo grita.
Tus hijos también se enojan, así que será un regalo doble para ellos si logras encontrar maneras constructivas de lidiar con tu rabia: no sólo no los lastimarás, sino que además les darás un ejemplo de comportamiento. Tus hijos de seguro te verán enojado de vez en cuando, y el ver cómo manejas esa situación les enseñará muchísimo.
¿Le enseñarás a tus hijos la ley del más fuerte? ¿Que los padres también tienen rabietas? ¿Que gritando es como los adultos resuelven los conflictos? Si lo haces, ellos adoptarán esos comportamientos como un modelo del comportamiento de los adultos.

¿O le enseñarás a tus hijos que el enojo es parte de ser humano, y que aprender a manejar el enojo de forma responsable es parte de madurar? Acá te explicamos cómo.  

1. Pon los límites ANTES de enojarte.
Muchas veces, cuando nos enojamos con nuestros hijos, es porque no hemos puesto un límite a tiempo y algo nos está molestando. El minuto en que comienzas a enojarte es una señal de que tienes que hacer algo. No, no gritar. Intervenir de forma positiva para prevenir que ese comportamiento que te irrita continúe.
Si la irritación proviente de ti mismo -- digamos que acabas de tener un mal día o te duele la cabeza, y te estás alterando por algo que normalmente no te molestaría -- puede ayudarte el explicarle esto a tu hijo y pedirle que sea considerado y deje de hacer eso que te molesta, al menos por ahora.
Si los niños están haciendo algo que es cada vez más molesto -- como jugar un juego en el que alguien podría lastimarse, o pelear mientras estás hablando por teléfono - puede que tengas que interrumpir lo que está haciendo y redirigirlos, para mantener la situación, y tu rabia, bajo control.

2. Cálmate ANTES de actuar.
Cuando sientes rabia, necesitas una forma de calmarte. Ser consciente de esto siempre te ayudará a practicar tu autocontrol y cambiar tu fisiología: Para, deja tu agenda (sólo por un minuto), y respira. Esa respiración profunda es tu botón de pausa. Te da una opción. ¿Realmente quieres ser secuestrado por esas emociones?
Ahora recuérdate a ti mismo que no es una emergencia. Sacude la tensión fuera de tus manos. Haz 10 respiraciones profundas más.
Puedes tratar de encontrar una manera de reir, lo que descarga la tensión y cambia el estado de ánimo. Incluso forzándote a ti mismo a sonreir, le mandas un mensaje a tu sistema nervioso de que no es una emergencia, y comienzas a calmarte. Si necesitas puedes hacer algún ruido (ommmm). Poner música y bailar puede ayudarte a descargar la rabia físicamente.
Si puedes encontrar 15 minutos al día para practicar mindfulness mientras los niños están en la escuela o durmiendo, podrás construir la capacidad neurológica que hará que sea más fácil calmarte en esos momentos de enojo. Pero también, la vida diaria con niños debería darte muchas oportunidades para practicar. Cada vez que te resistas a actuar durante la rabia, estarás reconectando tu cerebro para tener cada vez más autocontrol.
Algunas personas todavía siguen el antiguo consejo de golpear una almohada. Si vas a hacer esto es mejor hacerlo en privado, porque verte golpeando una almohada puede asustar a tus hijos (y si son muy pequeños podrán imitarte, sin distinguir todavía entre golpear la almohada o a otra persona). Tu hijo sabe perfectamente bien que la almohada es un soporte para su cabeza y la imágen de una mamá loca golpeándola quedará grabada en su memoria. De todos modos, esta estrategia es cuestionable, porque la investigación sugiere que golpear algo - cualquier cosa - le confirma a tu cuerpo que estás en una emergencia y te mantiene en el modo "pelear o huir". Por lo que puede servir para descargar energía, pero no logra calmar la rabia, y en realidad puede hacer que te enojes más.
En cambio, si logras respirar profundamente y tolerar los sentimientos de enojo, probablemente notarás que justo bajo esa rabia hay miedo, tristeza, desilución. Permítete sentir esas emociones notando la sensación que producen en tu cuerpo. No los refuerces pensando en por qué te enojaste; sólo respira concentrándote en la tensión de tu cuerpo y mira como cambia y desaparece. La rabia se desvanecerá.

3. Tómate unos minutos
Reconoce que la rabia es un pésimo estado para comenzar a intervenir en cualquier situación. Tómate un tiempo fuera y vuelve cuando estés calmado.
Aléjate físicamente de tu hijo para que no sientas la tentación de golpearlo o tironearlo. Sólo di, con la mayor calma posible: “Estoy demasiado enojado ahora para hablar de esto. Voy a tomarme un tiempo a solas para calmarme.”
Al salir, tu hijo no va a sentir que ganó, sino que le da una idea de cuán serio fue lo que pasó, y un modelo para el autocontrol.
Usa ese tiempo para calmarte, no para pensar en cuántos motivos tienes para estar enojado.
Si tu hijo tiene edad suficiente para quedarse solo un momento, puedes ir al baño, mojarte la cara y hacer algunos ejercicios de respiración. Pero si tu hijo es muy pequeño, y se siente abandonado cuando te vas, te seguirá gritando. Si no puedes dejar a tu hijo solo sin que su molestia aumente, camina hacia el fregadero del baño o la cocina y pon tus manos bajo el agua. Luego, siéntate en el sillón cerca de tu hijo por algunos minutos, respirando profundamente y diciendo un pequeño mantra que devuelva tu calma, como estos:
“Esto no es una emergencia.”
“Los niños necesitan más amor cuando menos parecen merecerlo.”
“Está actuando así porque necesita mi ayuda con sus intensos sentimientos.”
“Sólo amor hoy.”
Está bien decir tu mantra en voz alta. Es un buen ejemplo para tus hijos de cómo se manejan las emociones de forma responsable. No te sorprendas si en un tiempo tu hijo copia tu mantra y comienza a usarlo cuando está enojado.

4. Escucha tu rabia, en lugar de actuar con ella.
La rabia, al igual que otras emociones, son como nuestros brazos o piernas. De lo que somos responsables es de lo que elegimos hacer con ella. La rabia generalmente tiene una valiosa lección para nosotros, pero actuar mientras estamos enojados no es constructivo (excepto en raras situaciones en que es necesario defendernos) ya que podemos tomar decisiones que nunca tomaríamos en un estado racional. La manera constructiva de manejar la rabia es limitar nuestra expresión de ella, y cuando estemos en calma, usarla como diagnóstico: ¿qué está tan mal en nuestra vida que nos sentimos tan furiosos, y qué necesitamos para cambiar esta situación?
Algunas veces la respuesta está claramente relacionada con nuestra paternidad: necesitamos poner reglas antes de que las cosas se nos vayan de las manos, comenzar a acostar a los niños media hora antes, o hacer algún trabajo de reparación en la relación con nuestros hijos para que dejen de tratarnos de manera irrespetuosa. Algunas veces nos sorprenderemos al darnos cuenta de que nuestra rabia es en verdad con nuestra pareja, que no está actuando como un verdadero compañero en la crianza, o incluso con nuestro jefe. Y otras veces la respuesta es que estamos acarreando una rabia que no entendemos y que se derrama sobre nuestros hijos, y tenemos que buscar ayuda a través de asesoramiento o un grupo de apoyo para padres.

5. Recuerda que "expresar" tu rabia a otra persona puede reforzarla y aumentarla.
A pesar de la idea popular de que necesitamos "expresar" nuestra rabia para que no nos coma, no hay nada constructivo en expresar la rabia "en" otra persona. Las investigaciones muestra que expresar la rabia mientras estamos enojados en realidad nos hace enojar más. Esto, a su vez, hace que la otra persona se sienta herida y asustada, por lo que se enoja más o se pone a la defensiva. No es de extrañar que en lugar de resolver las cosas, esto profundice la brecha en la relación con nuestros hijos.
Es más, expresar la rabia no es ser verdaderamente honesto. La rabia es un ataque hacia la otra persona, porque tú te sientes muy molesto. Ser verdaderamente honesto sería expresar el dolor o el miedo que está generando esa rabia - lo cual harías con tu pareja. Pero con los niños, nuestro trabajo es manejar nuestras propias emociones, no ponerlas sobre nuestros hiijos, así que necesitamos controlarnos más.
La respuesta siempre es calmarte tú primero. Luego considera cuál es el mensaje profundo que la rabia te está revelando, antes de tomar decisiones sobre lo que dirás o harás.

6. ESPERA antes de disciplinar
Para establecer tu punto NUNCA hay que actuar mientras estás enojado. No es necesario dictar sentencia sobre la marcha. Simplemente di algo como:
"No puedo creer que le pegaste a tu hermano después de que conversamos que pegar duele. Tengo que pensar en esto, y hablaremos de ello esta tarde. Hasta entonces, espero que te comportes mejor. "
Tómate un tiempo, diez minutos para calmarte. No repases la situación en tu mente - eso siempre te hará aumentar tu enojo. En su lugar, utiliza las técnicas anteriores para calmarte. Pero si ya has tomado un tiempo de espera de diez minutos y aún no te sientes lo suficientemente tranquilo como para relacionarte constructivamente, no dudes en dejar la discusión para después:
"Quiero pensar en lo que acaba de pasar y hablaremos de ello más tarde. Mientras tanto, necesito hacer la cena y tú necesitas terminar tu tarea, por favor.” (mientras más calmado lo digas, más probable es que obtengas una respuesta comprensiva).
Después de la cena, siéntate con tu hijo y, si es necesario, establece límites firmes. Estarás más dispuesto a escuchar su explicación y a responder a su comportamiento con límites razonables, aplicables y respetuosos.

7. Evita usar la fuerza física, no importa qué pase.
85% de los adolescentes en dicen que han sido abofeteados o golpeados por sus padres (Revista de Psicopatología, 2007). Y sin embargo, estudio tras estudio se ha demostrado que los palmazos y cualquier otro castigo físico tiene un impacto negativo en el desarrollo de los niños, que dura toda la vida. La Academia Americana de Pediatría recomienda firmemente que no se usen.
Personalmente me pregunto si la epidemia de ansiedad y depresión entre los adultos en nuestra cultura es causada, en parte, por las consecuencias de haber crecido con adultos que nos lastimaron. Muchos padres minimizan la violencia física que sufrieron de niños, porque el dolor emocional es demasiado grande como para reconocerlo. Pero reprimir el dolor sufrido en la infancia sólo nos hace más propensos a golpear a nuestros propios hijos.
Darle a tu hijo una nalgada puede hacer que te sientas mejor temporalmente, porque descarga tu rabia, pero es malo para tu hijo y, en última instancia, sabotea todo lo positivo que haces como padre. Las palmadas, e incluso las bofetadas, suelen ir en escalada. Hay evidencia de que las nalgadas son adictivas para los padres, ya que les dan una manera de descargar ese malestar y sentirse mejor. Pero hay mejores maneras para que tu te sientas mejor, que a la vez no lastiman a tus hijos.
Haz lo que necesites hacer para controlarte, incluyendo salir de la habitación. Si no puedes controlarte y acabas recurriendo a la fuerza física, pide disculpas a tu hijo, dile que golpear nunca está bien, y busca ayuda.

8. Evita las amenazas
Las amenazas hechas mientras estás enojado siempre serán excesivas o poco razonables. Dado que las amenazas sólo son eficaces si estás dispuesto a cumplirlas, amenazar mientras estás enojado disminuye tu autoridad y hace menos probable que tus hijos sigan las reglas la próxima vez. En vez de amenazar, dile a tu hijo que necesitas pensar en una respuesta apropiada a esta infracción de las reglas. El suspenso será peor que escuchar una serie de amenazas que sabe que no vas a cumplir.

9. Cuida tu tono y tu elección de palabras.
Las investigaciones muestran que cuanto más calmadamente hablamos, más calmados nos sentimos y más tranquilamente nos responden otros. Del mismo modo, el maldecir o usar palabras muy cargadas hace que nosotros y nuestro oyente nos molestemos más, y la situación se agrava. Tenemos el poder de calmar o molestar, tanto a nosotros mismos como a la persona con la que estamos hablando, con nuestro propio tono de voz y elección de palabras. (Recuerda, tú eres el modelo a seguir).

10. ¿Todavía enojado?
No te quedes pegado a tu rabia. Una vez que la hayas escuchado y hecho los cambios apropiados, déjala ir. Si eso no funciona, recuerda que la rabia siempre es una defensa. Nos protege de sentirnos vulnerables.
Para deshacerte de la rabia, mira el dolor o el miedo que se esconden bajo esa rabia. Tal vez las rabietas de tu hijo te asustan, o tu hija está tan obsesionada con sus amigos que es despectiva con la familia, lo cual te duele. Una vez que aceptes esas emociones subyacentes y te permites sentirlas, tu rabia se disipará. Y serás más capaz de intervenir de manera constructiva con tus hijos para resolver lo que parecía un problema insuperable.

11. Crea y pega una lista de maneras aceptables de manejar la rabia.
En algún momento, cuando las cosas en tu casa estén tranquilas, habla con tus hijos sobre maneras aceptables de lidiar con la rabia. ¿Está bien golpear a alguien? ¿Está bien tirar cosas? ¿Está bien gritar? Recuerda que ya que tú eres el modelo a seguir, las reglas que se aplican a tus hijos también se aplican a ti.
A continuación, haz una lista de maneras aceptables de manejar la rabia, y ponla en el refrigerador o donde todos en la familia puedan leerla regularmente. Deja que tus hijos vean que tu mismo la lees cuando empiezas a enojarte.
- "Dile a la otra persona lo que quieres sin atacarlos."
- "Pon música y baila tus enojos.”
- "Cuando quieras golpear, aplaude con tus manos alrededor de tu propio cuerpo y contrólate."

12. Elije tus batallas.
Cada interacción negativa con nuestros hijos va gastando nuestra relación. Concéntrate en lo que importa, como la manera en que tu hijo trata a otros seres humanos. En una mirada global. Su chaqueta en el suelo puede volverte loco, pero no vale la pena arriesgar la relación por eso. Recuerda que cuanto más positiva y conectada sea la relación con tu hijo, más probable es que siga tus direcciones.

13. Considera que tú eres parte del problema.
Si estás abierto a crecer emocionalmente, tus hijos siempre te mostrarán qué es lo que tienes que trabajar de ti mismo. Si no lo estás, es difícil ser un padre pacífico, porque cualquier cosa gatillará que aflore lo peor de ti. En cada interacción con nuestros hijos, tenemos el poder para calmar o empeorar la situación. Tu hijo puede estar actuando de maneras que la empeoren, pero tú no eres una víctima indefensa. Hazte responsable de manejar tus propias emociones primero. Es posible que tu hijo no se convierta en un angelito de la noche a la mañana, pero te sorprenderá ver cuánto menos enfadado actúa tu hijo una vez que tú aprendes a mantener la calma frente a su rabia.

14. Sigue buscando formas efectivas de disciplina que fomenten un mejor comportamiento.
Hay formas mucho más eficaces de disciplinar que con rabia, y, de hecho, las investigaciones muestran que la disciplina con rabia establece un ciclo que fomenta la mala conducta.
Algunos padres se sorprenden al saber que hay familias donde los niños nunca son castigados, ni siquiera con consecuencias o tiempos fuera, y los gritos de los padres son infrecuentes. Los límites se establecen, por supuesto, y hay expectativas para el comportamiento, pero éstos se hacen cumplir a través de la conexión padre-niño y ayudando a los niños con sus necesidades y con las molestias que conducen a su “mal” comportamiento. Las investigaciones son claras al mostrar que de estas familias resultan niños con una mayor inteligencia emocional y por lo tanto más capaces de manejar su comportamiento.

15. Si frecuentemente luchas contra tu rabia, busca ayuda
No hay que sentir vergüenza por pedir ayuda. Vergüenza es renegar de tu responsabilidad como padre al dañar a tu hijo, física o psicológicamente.


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Artículo original de ahaparenting: