Muchas de las consultas que nos llegan, especialmente de padres de niños alrededor de los 2 o 3 años, tienen que ver con cómo manejar de una forma respetuosa las rabietas (también llamadas pataletas o berrinches). Otros nos preguntan cómo evitar que sucedan, o cómo hacer que el niño deje de gritar. No hay recetas mágicas, y hay que entender que las rabietas son algo normal en el desarrollo de un niño sano. Podemos evitar muchas de ellas (ya veremos cómo) pero no todas. Y una vez que el niño ya ha explotado, NO DEBE SER NUESTRA PRIORIDAD QUE DEJE DE GRITAR, porque nos da vergüenza lo que piense el vecino por ejemplo, o porque estamos demasiado cansados para soportar gritos y pataleos. Si esa es la prioridad, muchas veces caeremos en prácticas dañinas: amenazas, gritos o el aislamiento (time-out) por un lado, o el darle en el gusto con lo que quiera (incluso si es dañino para su salud) en el otro extremo
La prioridad durante una rabieta, para un sano desarrollo emocional del niño, es que nosotros mantengamos la calma (recordando que somos su ejemplo) y le brindemos la contención necesaria para que sepa que lo amamos y que puede contar con nosotros en las buenas y también en las malas (lo que a futuro se traducirá en un niño que confía en sus padres cuando tiene un problema). Debemos mostrar empatía, agachándonos a su altura y validando sus sentimientos (no puedo darte lo que pides, pero ENTIENDO que te enfades), lo cual hará que se muestren más abiertos a escuchar.
En su libro "Diario Clínico", el doctor en psicología Sebastián León escribe:
¿Cómo pueden los hijos estar seguros del amor de sus padres?
Hay un momento especialmente importante: cuando se dan cuenta que ellos los pueden calmar y contener cuando se sienten tristes, enojados, asustados o simplemente aburridos. En efecto, no hay mejor manera de que los niños vivencien nuestro paciente amor que conteniéndolos durante una pataleta. Así, al experimentar nuestra propia calma, ellos podrán hacer de manera gradual el maravilloso aprendizaje de la autorregulación emocional.
Ciertamente, a veces estaremos cansados o fastidiados, y fallaremos. Pero si esto último es más la excepción que la regla, no hay demasiado problema: los padres somos seres humanos y falibles.
Las pataletas, entonces, son una oportunidad privilegiada para que nuestros hijos incorporen de nosotros, sus propios padres, las bases de la inteligencia emocional. En definitiva, el problema no es la pataleta: depende de nosotros estar a la altura y ser maestros suficientemente buenos.
La psicóloga infantojuvenil Rosa Jové, en su libro "Ni rabietas, ni conflictos" nos explica lo que son las rabietas, y por qué son una etapa necesaria en el camino a la independencia.
¿Qué son las rabietas?
En el momento en que empiezan el lenguaje y el razonamiento (hacia los 2 años) el niño empieza a tener ideas propias, a saber que es un sujeto diferente del resto (ya empieza a utilizar su nombre o la palabra "yo" parareferirse a él) y empieza a querer independizarse (lo que no quiere decir que lo consiga tan pequeño). El resultado de todo esto es un niño que quiere meter una pieza cuadrada en una redonda porque tiene ideas propias de cómo se debe hacer el puzle. Que pinta las paredes porque cree que van a quedar más bonitas o que tiene un sentido propio de dónde deben ponerse los guisantes antes de comerlos. Y cuando le llevemos la contraria, eso va a provocar rabietas.
Porque una rabieta no es nada más que un deseo del niño enfrentado al deseo de los padres. Es una idea propia de un niño enfrentada a la idea que tiene el padre sobre cómo hay que hacer aquello. Y el niño, como no entiende lo que pasa, se ofusca y estalla emocionalmente.
Yo no digo que la idea buena sea la del niño; normalmente lo aconsejable suele ser lo que dicen los padres, pero en su rudimentaria forma de empezar a razonar el niño tiene unas razones que son muy importantes para él y las va a defender a capa y espada hasta que no entienda que las nuestras son mejores.
Las rabietas como camino a la independencia y a la defensa de las propias ideas:
Es un periodo duro para los padres, puesto que los niños lo cuestionan todo y se oponen a todo lo que no entienden. Pero eso es bueno porque hará que de mayores sepan cuestionarse adecuadamente las cosas. Usted no quiere un hijo que no se plantee los porqués y obedezca ciegamente; usted quiere un hijo que tenga ideas propias y quiera defenderlas mientras no le demuestren que las hay mejores. Por eso siempre digo que la etapa de las rabietas es buena y pobre del niño que no la pase, porque eso quiere decir que no tiene ideas propias o que le han machacado tanto que ya ha dejado de defenderlas. Lo que no es bueno ni deseable es que provoquemos que el niño se ofusque y arme un escándalo en medio del súper. Eso se puede evitar, y después explicaremos cómo, pero el hecho de que tenga ideas diferentes a sus padres es una cosa buena que permite el debate sobre un tema y el aprendizaje de lo que es más correcto.
Cuantas más rabietas tenga el niño (o estas sean de mucha intensidad), mayor es su grito pidiendo ser aprobado, mayor es su necesidad de amor y aceptación; lo que pasa es que con este comportamiento consigue lo contrario: que le rechacemos más, con lo que el problema se cronifíca.
En muchos de mis escritos suelo incluir una frase que explica este hecho muy bien: "Quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite". Porque estos comportamientos necesitan más cariño que censura, más explicaciones que obediencia ciega, más compañía que ignorancia. Puede que los niños estén equivocados, pero ignorar o censurar su comportamiento no hará que aprendan el adecuado.
Las rabietas como aprendizaje de la transgresión:
Esta etapa de las rabietas es buena para el niño, como ya hemos dicho, pero también para toda la familia. De todos es sabido que la sociedad y la familia cambian, quizás ahora más rápido que nunca.
Según la psicóloga Judy Dunn, el aprendizaje que los niños y niñas desarrollan para diferenciar las normas sociales que son realmente importantes de las que no lo son se hace con un mecanismo que se llama transgresión. Desde los 2 años de edad, saltarse las normas parece el procedimiento adecuado para explorar la realidad normativa de la familia, ya que al hacerlo y observar la reacción de las personas adultas, los niños son capaces de establecer qué normas son importantes, cuáles no lo son y cuáles sólo lo son a veces. Es por eso que, aunque parezca que el niño quiera llevarle la contraria, lo único que está haciendo es comprobar si aquello es tan importante como parece. Esto nos obliga, como padres, a replantearnos cosas: ¿realmente es tan importante que me pelee cada día con mi hija porque no quiere llevar botas sino zapatillas de deporte? ¿No es mejor que cada uno elija cómo quiere ir vestido? ¿No es mejor cambiar la norma de casa según la cual yo, como madre, tengo que elegir la ropa de todos? Y así se cambian las dinámicas familiares. Aquellos padres que no hayan tenido que modificar en nada sus normas y creencias porque sus hijos les hayan demostrado lo inútiles que eran, es que viven encerrados en un planeta irreal.
Las rabietas tienen fecha de caducidad:
Se haga lo que se haga, las rabietas tienen un final que viene marcado por la edad. Cuando el niño crezca y disponga de un lenguaje que le permita comunicarse mejor o tenga un razonamiento más perfeccionado, entenderá mejor nuestras ideas y sabrá defender las suyas sin ofuscarse tanto. Si le quitas la televisión a un niño de 3 años sin explicarle los motivos, llorará o pataleará, pero si se lo haces a un niño de 10 años te preguntará primero por qué y luego criticará (aunque sea a gritos y con improperios) lo dictatorial de tu decisión. Pero no se tirará al suelo llorando y montando una rabieta.
La rabieta es típica de un niño que no tiene más armas que el llanto y la agresividad para defender lo que piensa frente a un adulto (mucho más equipado), por lo que a veces sólo le queda el derecho al pataleo. Según vaya teniendo más herramientas (nivel de lenguaje, razonamiento, estrategias de negociación...), prescindirá antes de las rabietas, ya que sabrá defender sus ideas de otras formas. Cuanto antes les enseñemos estas estrategias, mucho mejor.
En la segunda parte de esta nota veremos cómo prevenirlas, y cómo actuar cuando de todas formas suceden. Puedes leerla AQUÍ
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