Los métodos conductistas de crianza, como los que se utilizan en la serie
de TV "Supernanny", son métodos que sólo se enfocan en la conducta, ignorando por completo los sentimientos o necesidades que han llevado a ese comportamiento, y la personalidad única de cada niño. Buscan modificar comportamientos en base al esímulo y el castigo, sin importar si son comportamientos normales para la edad o no.
Estos métodos
son contrarios a una
crianza respetuosa. La mayoría de las actitudes que se pretenden
modificar son normales para la edad, y los padres no han sabido
entenderlo, o no están dispuestos a asumirlo, y por lo tanto se intenta que los niños
se comporten como los
padres desean. En el programa de TV se expone a los
niños
sin su consentimiento, presentando a los padres como víctimas y a los
niños como sus enemigos. No se duda en poner etiquetas feas a los
pequeños (el terremoto, la más terrible, el que llora por todo...), y lo
único que importa es que los padres queden felices con los resultados.
Analicemos algunos de estos métodos.
Analicemos algunos de estos métodos.
El time-out (tiempo fuera), conocido también como "la silla de pensar" (o cualquiera de sus variantes como
mandar a los niños pequeños solos a su cuarto o a un rincón a pensar en lo que han hecho) NO
les enseña a entender por qué estuvo mal lo que hicieron. Un niño pequeño no tiene la capacidad de reflexionar y entender
por si solo si lo que ha hecho es correcto o no, y menos el por qué. Lo que aprende
con estos métodos, es que cuando hace algo que a sus padres les parece
incorrecto, entonces no lo quieren (y no quieren estar con él). Aprende que algo es malo por repetición y no porque realmente entienda las razones de fondo. Si lo
mandan por haber hecho un berrinche, aprende que debe esconder sus
emociones. Muchas veces incluso el niño llega a convencerse de que es un
niño malo, y es posible que a futuro adopte el rol de "niño malo" y se comporte peor. Otros aprenden que es malo demostrar sus sentimientos, y se vuelven introvertidos, o peor, aprenden a vivir fingiendo y callando las cosas que les duelen o molestan, en vez de tratar de solucionarlas o sanarlas.
El dejar llorar a los bebés para que "aprendan" a dormir de corrido es otro clásico ejemplo del conductismo.
Los niños despiertan varias veces por la noche porque es la forma normal en la que ellos duermen, porque es lo que ha asegurado la supervivencia durante miles de años. Un bebé no sabe que está dentro de una casa, fuera de peligros, quizás incluso monitoreado por una cámara. Al despertar en la noche y verse sólo, es su instinto el que lo hace pedir compañía, y la única forma en que puede hacerlo, es llorando.
El sueño es un proceso evolutivo, y un niño no nace con las mismas necesidades de sueño que un adulto, ni siquiera con las mismas fases de sueño. Los estudios muestran que al año de edad, solamente un 19% de los niños duerme de corrido, y a los 2 años solamente la mitad. Hacia los 4 a 6 años, el sueño del niño ya es más parecido al de un adulto.
El problema de hoy en día es que muchos padres no están dispuestos a acompañar a sus hijos en este proceso de maduración, y se espera que el niño se adapte a las rutinas de la casa lo antes posible, para que "no moleste". En muchos casos incluso, se ha hecho creer a los padres que sus hijos tienen un problema si no duermen de corrido, o peor aun, se los hace sentir culpables si no les "enseñan" a dormir. Por eso han surgido métodos de adiestramiento del sueño, la mayoría basados en dejarlos llorar, y que según quienes los han aplicado, parecen funcionar. ¿Pero funcionan para quien? Efectivamente, en la mayoría de los casos el bebé deja de llorar por las noches, después de algunas semanas de llanto prolongado (o meses en algunos casos que he escuchado, dependiendo de la personalidad y la edad del niño). Pero eso no significa que ha aprendido a dormir de corrido. Simplemente aprendió que llorar no vale la pena, que nadie va a ir a ayudarlo, y que si despierta durante la noche será el mismo quien deberá superar su miedo solo, y autoconsolarse hasta dormirse, en vez de gastar energías llorando en vano.
¿Quiere usted que su hijo aprenda desde sus primeros meses que no puede contar con sus padres cuando su instinto le dice que debe llamarlos a gritos (pues no tiene otra forma)? Ni hablar de todas las secuelas que produce el llanto en solitario. Eso ya es tema para hacer otra nota completa, pero si te interesa conocer algunas de las consecuencias pincha la siguiente imágen.
Por cierto, la próxima vez que lea un estudio en el que se diga que a partir de los X meses un bebé tiene la capacidad de dormir toda la noche, fíjese bien a qué le llaman "toda la noche". La mayoría de esos estudios considera que la noche es desde la medianoche hasta las 5 AM, es decir, sólo 5 horas. Y en muchos de esos, ni siquiera importa si el bebé se despierta entre medio o no. Mientras no llore, se dice que durmió de corrido.
Los métodos de puntajes, o de premios y castigos, también parecen funcionar a corto plazo. ¿Pero a largo plazo, qué le estamos enseñando al niño? En vez de enseñarle que debe hacer algo por las razones reales, le enseñamos que debe hacerlo por ganar un premio. "Si te lavas los dientes toda la semana te compro un juguete", "Si te comes todo te llevo al cine", "Si me ayudas a lavar el auto te pago". ¿Quiere usted tener que estar premiando a su hijo el resto de la vida cuando hace algo bueno? ¿No sería mejor que haga las cosas por su propio bien, o que nos ayude en casa porque también es su casa y le gusta verla ordenada, o simplemente porque es bueno ayudar?
Lo mismo sucede con los castigos. Cuando se castiga una y otra vez por lo mismo, el niño no aprende por qué está mal hacer algo, sino que aprende que si lo hace los padres se enfadan y lo castigan. Y deja de hacerlo por miedo al castigo, no porque no se debe hacer.
A la larga tenemos adultos que sólo hacen las cosas por conveniencia, y que buscan la aprobación constante de sus pares. Cuántas veces le ha tocado oir la frase "lo ayudé y no me dio ni las gracias". Yo no puedo evitar preguntar "¿no te sientes bien de haber ayudado, o lo hiciste solamente para que te dieran las gracias?"
Ya lo se, me van a decir que es imposible evitar los premios o los halagos siempre. Y estoy totalmente de acuerdo. De hecho creo que los halagos son necesarios, especialmente con los niños pequeños. Pero no en el sentido de decir "que bueno eres por hacer tal cosa", sino en el sentido de animarlos, por ejemplo con un "eso!! que bien te llevas esa cuchara a la boca". ¿Se entiende la diferencia? Animar a repetir las cosas que va aprendiendo bien, no es lo mismo que decirle que es bueno o malo por lo que hace. Claramente no es lo mismo decir "eres malo porque le pegaste a Juanita" que decir "A Juanita no le gusta que le peguen, le duele".
Obviamente no hay que interpretar la falta de premios como una falta de consecuencias o condiciones para todas las acciones. Por ejemplo, si un niño quiere cruzar la calle, debería tomar la mano de un adulto. Si mi hijo quiere salir a jugar al jardín y hace frío, se tiene que poner la chaqueta. Pero no es porque salir sea un premio por ponerse la chaqueta. La chaqueta es una necesidad para salir, para evitar que se enferme, y si no quiere salir, entonces no se la tiene que poner. La clave está en la relación. ¿Qué tiene que ver lavarse los dientes con darle un juguete, o comerse la comida con ir al cine? Nada. En esos casos el niño no aprende la causa real de lo que está haciendo. Pero si me dice que no quiere almorzar porque no tiene hambre, entonces tampoco puede tener hambre para un chocolate. ¿No creen? Las dos cosas si están relacionadas, pero no puedo esperar que coma la comida a cambio de llevarlo de paseo, porque no tiene nada que ver.
No queremos enseñar a nuestros hijos a hacer cosas buenas sólo para recibir recompensas y a no hacer cosas malas sólo para evitar ser castigados. Tampoco queremos que aprendan a esconder sentimientos "malos" por miedo a que sus padres los dejen de querer (y pongo malos entre comillas, porque algunos como la ira, la tristeza o la rabia son mal vistos por muchos, pero son necesarios y parte de todo ser humano).
Los métodos conductistas son métodos de adiestramiento, y por lo mismo, no deberían ser utilizados en seres humanos, pues las personas no deberíamos ser amaestradas. De hecho, estos métodos se basan en los trabajos de J. B. Watson y B. F. Skinner, cuyos experimentos se realizaron principalmente con ratas y palomas. Se ignoran, por ejemplo, los deseos, aptitudes o sentimientos de las personas, asumiendo que todo animal (incluído el ser humano) puede aprender a reaccionar de la misma forma ante un estímulo. De hecho, una de las frases más conocidas de Watson fue: "Dadme una docena de niños sanos, bien formados, para que los eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar, adiestrarlo para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pueda escoger - medico, abogado, artista, hombre de negocios e incluso mendigo o ladrón - presciendiendo de su talento, inclinaciones, tendencias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasados." O sea... haré lo que quiera con el niño sin importar lo que él quiera.
Respetemos los tiempos, los sentimientos y las diferencias. Cada niño es un ser único, con distintos gustos, necesidades, aptitudes, y debe ser valorado por lo que es y no por lo que hace.
Enseñemos a nuestros hijos a hacer el bien con el ejemplo, tratándolos bien a ellos antes que todo, respetando y comprendiendo sus procesos y sus diferencias (que no nacen adultos, y no tienen por qué comportarse como uno). A ser buenos con el mundo que los rodea porque toda la gente merece ser bien tratada, y porque hacer el bien se siente bien (¿o no se sienten felices ustedes cuando ayudan a alguien de corazón, simplemente porque si?). Y eduquemos adultos que no tengan miedo de sus sentimientos, que sepan consolar a quien lo necesite en vez de burlarse o castigar, y que tengan la seguridad de que la gente que los rodea, en especial sus padres, los quieren por lo que son, y no por lo que hacen.
Enseñemos a nuestros hijos a hacer el bien con el ejemplo, tratándolos bien a ellos antes que todo, respetando y comprendiendo sus procesos y sus diferencias (que no nacen adultos, y no tienen por qué comportarse como uno). A ser buenos con el mundo que los rodea porque toda la gente merece ser bien tratada, y porque hacer el bien se siente bien (¿o no se sienten felices ustedes cuando ayudan a alguien de corazón, simplemente porque si?). Y eduquemos adultos que no tengan miedo de sus sentimientos, que sepan consolar a quien lo necesite en vez de burlarse o castigar, y que tengan la seguridad de que la gente que los rodea, en especial sus padres, los quieren por lo que son, y no por lo que hacen.
Como un ejemplo de que existe otra forma de hacer las cosas, les comparto algunas alternativas al tiempo fuera, mucho más respetuosas, y que SI enseñan. Ayudan al niño a crecer de forma segura y en paz
con sus emociones, mantendiendo también una mejor relación padre/hijo
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