lunes, 24 de noviembre de 2014

Interferencias en el proceso natural (de sueño): Los métodos de adiestramiento



Seguimos revisando el libro de Rosa Jové "La crianza feliz", y esta vez les copio un extracto que habla sobre los métodos que dejan llorar al bebé para que “aprenda” a dormir, como el conocido "duermete niño" (también llamado método Estivill o de Ferber en inglés).


“Siempre que el niño tiene miedo, los sistemas de alarma se activan, y aunque nosotros pensemos que son tonterías, ellos no lo saben. Cuando dejamos al bebé llorando solo en su habitación, pasa miedo. Los estudios realizados midiendo el cortisol en estos niños así lo demuestran.
 A partir de ese momento se ponen en marcha los sistemas más antiguos de respuesta a la alarma: el sistema HHA (hipotálamo-hipofisario-adrenal), el sistema adrenérgico y las catecolaminas. Esto se denomina «estar activado».
 Todo este flujo químico y hormonal inunda violentamente el cerebro, apuntando directamente a la amígdala, que queda colapsada. Los niños que lloran y no son atendidos prontamente pueden llorar desesperadamente hasta que la amígdala se colapsa. Como la naturaleza es sabia y sabe que el cuerpo no resistiría mucho tiempo en una situación como ésta, suele compensarlo con la secreción de opiáceos, endorfinas y serotonina, que provocan una bajada de todo este sistema de alarma en el sujeto. Los psicólogos que nos dedicamos a las catástrofes sabemos por experiencia que, cuando un sujeto presenta una activación importante tras un impacto, es cuestión de tiempo que descienda esta activación primera.
 Por lo tanto, si tenemos en cuenta que para su hijo ya era la hora de dormir, que encima se ha pasado un tiempo llorando (con el consiguiente cansancio) y que acaba de recibir una inyección brutal de opiáceos, endorfinas, serotonina, etcétera, lo normal es que caiga rendido y se duerma. Eso es la esencia de los métodos para dormir. Pero no se engañe, no ha aprendido a dormir; tan sólo está «autodrogado». 


 Por ello, estos sistemas funcionan mejor con niños pequeños: a menor edad más se asusta. ¿Usted cree que si le aplica a un adolescente este método le va a funcionar? Pues no, porque es difícil que se asuste tanto como para provocar este shock. Seguramente, se quedará tan tranquilo leyendo. Por eso, no se cansarán de repetirle que si no lo soluciona antes de los 5 años, luego va a ser imposible.
 Con sucesivas «experiencias» como ésta el niño va a aprender, por un lado, que nadie va a hacerle caso, que sus necesidades no son merecedoras de atención (ello provoca una baja autoestima), y por eso muchos de ellos dejan de protestar. Por otra parte, se cree que el hecho de repetir oleadas de estas sustancias químicas en el cerebro es la causa de la reducción de la producción normal de serotonina y de la insensibilización de la amígdala. Sepan que las alteraciones de los niveles de serotonina se relacionan con las depresiones y que la amígdala es el centro del cerebro emocional por excelencia, que de esta forma puede quedar alterado, perdiendo oportunidades de desarrollar la confianza, la autoestima y la empatía. Además, un bajo nivel de serotonina es el indicador más importante de violencia en animales y humanos, y se ha relacionado con tasas altas de homicidios, suicidios, piromanías, desórdenes antisociales, automutilaciones y otros comportamientos agresivos.
 Todo ello «favorecerá» que a la larga el niño se acueste sin decir nada y se duerma. Pero ni por un momento piense que ha aprendido a dormir, sino tan sólo a doblegarse y autodrogarse. 

 En 1996, el profesor Rauch, de la Universidad de Harvard, sacó imágenes de las zonas del cerebro que se activan en sujetos traumatizados cuando revivían las escenas traumáticas al escuchar el relato de los peores momentos de su vivencia. Aparte de demostrar que la zona que se colapsa es el sistema límbico en general y la amígdala en particular, también apreció una «anestesia» del área del lenguaje, sobre todo lo expresivo. Por lo tanto, si usted tiene a un bebé colapsado por las hormonas (muy acelerado en una primera fase o muy atontado después), con afección de la amígdala (que altera nuestra memoria inmediata), llorando con varios decibelios de volumen y con parte del área del lenguaje alterada… ¿piensan que ese niño va a entender: «Tranquilo, cariño, papá y mamá te están enseñando a domir»? Pues no.

 De este modo cualquier método milagroso que proponga un cambio sustancial en los patrones de sueño, puede resultar muy peligroso para el correcto desarrollo del sueño. Puede que, debido a estos métodos, algunos niños duerman más horas o se despierten menos. Pero… ¿es natural que lo hagan? ¿Qué problemas le puede acarrear de mayores un patrón de sueño artificial? 
 En principio, se empiezan a diagnosticar en las consultas los primeros casos de Síndrome de Estrés Postraumático en niños a los cuales les han aplicado métodos de adiestramiento. J. E. Le Doux (profesor de neurociencia y psicología en la Universidad de Nueva York) ha demostrado que el miedo (¿creen que un bebé, al que se le aplica un método de éstos, no pasa miedo como mínimo?), mejor dicho, la huella del miedo en nuestro cerebro emocional, no desaparece jamás. Podemos llegar a comportarnos como si no tuviéramos miedo, pero esas cicatrices emocionales del sistema límbico estarán siempre dispuestas a aparecer en nuestras vidas cuando flaquee nuestro cerebro cognitivo y su capacidad de control. 
 También se relaciona, entre otros, con un incremento de la ansiedad infantil, la depresión y con la indefensión aprendida. Shelley E. Taylor (profesora de psicología de la Universidad de California) demuestra en su libro “Lazos vitales” alteraciones parecidas. En la página 83 afirmalos niños que crecen en familias duras pueden sufrir alteraciones en las pautas de actividad de serotonina, lo que puede provocar depresión irritable y otros problemas de carácter."
Para finalizar, como Eduardo Punset dice en su libro “El viaje al amor”: ¿Es mejor dejar llorar a un niño por la noche un buen rato […] o, por el contrario, lo correcto es precipitarse para acunarlo con vistas a interrumpir el estrés del miedo de la separación? […] La mayoría de las respuestas a esas preguntas pueden rastrearse en dos descubrimientos básicos de la neurociencia moderna. En primer lugar, el cerebro de un niño no está dotado todavía para afrontar por sí solo la consecución del equilibrio y el bienestar. En segundo lugar, las resonancias magnéticas de cerebros infantiles sometidos a periodos prolongados de estrés revelan una disminución del volumen del hipocampo, que aumenta su vulnerabilidad a la depresión, la ansiedad y el consumo de droga o alcohol en su etapa adulta. 

 Recuerden: los métodos milagrosos no funcionan en todos los niños, pero seguro que, de una manera u otra, a todos les afectan. 

 Muchas veces me han pedido que demuestre con argumentos científicos por qué no se debe dejar llorar a un niño, y así lo he hecho hasta ahora (al igual que la mayor parte de la comunidad científica). Pero creo que el mejor argumento es el ético: ¿se puede dejar llorar a un niño?, ¿se puede dejar sufrir a un niño sólo para que aprenda algo que por sí solo aprenderá? La repulsa a estas formas de trato infantil no viene únicamente determinada por las consecuencias que provocan en los niños, sino por cuanto atentan a la dignidad del menor como persona que es. El fin no justifica los medios.”


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