martes, 28 de julio de 2015

¿Límites? Pocos y con amor



¿Has pensado en cuántas veces al día escucha un niño la palabra NO? 

En muchos casos, el niño se pasa el día siguiendo ordenes: lo que puede o no puede hacer, lo que se tiene que poner, cuándo, cuánto y qué comer, a qué hora bañarse, a qué hora dormir, a qué hora despertar, e incluso a quien saludar. Sumado a todos los "no hagas..." por cosas que a veces de verdad el único que las nota eres tú. Y después nos preguntamos por qué explotan. Cualquier adulto sometido a esa presión explotaría al final del día. 

Los niños están descubriendo el mundo, no entienden las reglas, no conocen las rutinas familiares, no saben lo que es socialmente aceptado o no. Nosotros somos sus guías, y como tales debemos elegir lo que es más importante para comenzar a enseñar, teniendo claro que es imposible que un niño lo aprenda todo de golpe. Nuestro deber como padres los primeros años es principalmente evitar que se hagan daño o hagan daño a otros. Por eso los primeros años hay que poner POCAS reglas pero firmes, como he leído por ahí: "elegir tus batallas". 
Hay cosas que siempre son SI, y cosas que siempre son NO. Esas actitudes que a veces, según el ánimo de los padres, o según el momento del día son SI o NO, son las que más tardarán en comprender, porque no hay coherencia. 

No podemos tratar de que se comporten como pequeños adultos, porque no lo son. Ya habrá tiempo para ir enseñando eso de las "buenas costumbres" (que pueden ser muy distintas en una cultura que en otra, en incluso en tu casa o la del vecino). Y en esa etapa también deberemos acompañarlos y guiarlos con amabilidad y respeto, y sobre todo con el ejemplo, pues sabemos que como mejor aprenden es por imitación. 

Recordemos que no es lo mismo gritar "no subas los pies a la mesa" que decirle amablemente "cariño, los pies no se ponen sobre la mesa porque están sucios y acá ponemos la comida". ¿Aprenderá a la primera? No! Deberemos repetirlo muchas veces hasta que lo asimile, pero podemos repetirlo siempre con la misma amabilidad (la amabilidad no quita la firmeza). Yo tampoco aprendí a conducir el primer día que me subí a un coche, y sin embargo el instructor se mantuvo amable todo el tiempo que me demoré en aprender. 

Las cosas se aprenden de a poco, y sobre todo, se aprenden con el ejemplo.


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